Tradición, historia, cultura, sentimiento, pasión…. La ciudad vive la Semana Santa. A los actos religiosos propios de estas fechas, Oviedo suma una amplia oferta cultural y gastronómica, con los Bocados del Cofrade, como protagonistas

Oviedo te espera en Semana Santa

Palmas y procesiones 

La Semana Santa tiene en Oviedo, además del período vacacional, celebraciones singulares junto a otras similares a las del resto de España. El Domingo de Ramos, el protagonismo es para las palmas, que llenan los puestos de El Fontán desde días antes junto con los ramos de laurel,  mientras que la tradición manda estrenar alguna prenda de ropa: “quien no estrena el Domingo de Ramos no tiene ni pies ni manos”. Desde ese momento hasta el siguiente domingo se celebran en la ciudad las procesiones, que aunque en nuestra ciudad datan del siglo XVI, tuvieron años de declive y hasta de suspensión, iniciándose su recuperación a partir de 1994; hoy ya hay ocho procesiones que se celeblarán en 2024 entre el 24 y el 31 de marzo. Aquí es tradición que el domingo de Resurrección los ahijados lleven la palma a sus padrinos que la colgarán en el balcón hasta el año siguiente; aunque cada vez más, lo que se regala a las madrinas, en vez de la palma, es un ramo de flores.

    

La tradición del bollo

Tras recibir la palma de los ahijados –o incluso aunque no se la lleven- al acabar la Semana Santa existe la tradición de que los padrinos les hagan un regalo. Algunos siguen decantándose por la tarta o una figura de chocolate, con tipos que se renuevan según la moda junto a las típicas de huevos de pascua o conejos. Las confiterías lucen las obras de sus mejores chocolateros en reproducciones que luego se exhiben en los escaparates con enormes figuras de monumentos, personajes o toda clase de construcciones. En cuestión de tartas, muchos municipios de Asturias tienen sus propias fórmulas típicas por lo que hay pastelerías de Oviedo que también producen esas especialidades entras las que destacan: el Roscón de la cuenca minera –hojaldre relleno de almendra, merengue y adornos de plumas de colores, y el Mantecado de Avilés: bizcocho imperial glaseado de tres pisos. El bollo, que también puede ser un regalo cualquiera y no solo de dulce, al final no es en realidad un bollo; según la tradición, ese obsequio anual de los padrinos acaba cuando el ahijado se casa.